El mundo es nuestra casa
Hace poco he tenido la oportunidad de ser parte de uno de los muchos intercambios organizados en el marco Erasmus +, en los que medió la asociación Youropia (donde pude reencontrarme con viejos amigos y hacer otros nuevos). Este intercambio consistía en un viaje a Eslovenia en el que grupos de varios países (España, Eslovenia, Italia y Hungría, concretamente) trabajarían juntos en unos proyectos relacionados con arte urbano que serían expuestos en un festival de aquel bonito pueblo llamado Trbovlje.
Al llegar allí, a todos nos hicieron la misma pregunta: “¿Para qué habéis venido aquí?” y entonces salió esa frase que se repitió por todos los componentes “Expandir nuestras fronteras”. ¿Pero no habíamos venido a hablar de arte? ¿A aprender a hacer grafitti, flash mob y todo eso? Entonces me dio por investigar un poco otros proyectos similares de Erasmus+ y los diversos temas de estos intercambios: el nuestro era arte urbano, otros eran sobre deporte, otros conmemorando la paz tras la Primera Guerra Mundial, otros sobre comercio.
Aparentemente son temas que no tienen nada que ver el uno con el otro. ¿O todo está relacionado? Cosas como el arte, el deporte o el fin de una guerra unen a los pueblos y a las naciones. Cuando alguien ve un cuadro de Da Vinci da igual que sea alemán, ruso o chino, a todos nos dice algo. Por otro lado, y por no ser tan profundos, a todos nos alegra un gol de nuestro equipo sin importar de donde seamos. Y bueno… ¿qué ha unido más a las naciones durante toda la historia que el hacer negocios? Entonces me di cuenta que la intención de estos intercambios de Erasmus+ es algo maravilloso. Y no, no era aprender de arte, era aprender que nuestra casa no está donde nacimos, sino también ahí donde nos sintamos a gusto (y de paso, en el caso de nuestro proyecto, hablar algo de arte).
Lo que hace un hogar no es una bandera, ni un himno, ni tan siquiera un idioma. Un hogar lo hace un grupo de personas que, aunque estés a miles de kilómetros de donde naciste, se esfuerza para que acabes llamando “hogar” a ese sitio. Sinceramente, creo que ese objetivo es algo que se le escapó a alguno de los organizadores eslovenos del proyecto, que impuso normas muy restrictivas que dificultaron ese objetivo principal, y que hizo que el grupo local sufriera innecesariamente. A pesar de esto (más anecdótico que otra cosa), todos los participantes entendieron en seguida ese principal objetivo, buscando siempre una alternativa para sentirnos a gusto.
El caso más claro es el de mi buen amigo (permitid que me abstenga de decir nombre), el cual tenía una gran dificultad para comunicarse en inglés. Le veía y no era él, asustado y superado por el idioma… en resumen, aquel no era su hogar. No estaba a gusto. En seguida el grupo hizo todo lo posible por ayudarle con ese problema. Gracias al resto del grupo, supieron hacer todo lo posible para ayudarle, que no se sintiera desplazado y que fuera él mismo. En definitiva, que se sintiera como en casa. Sus palabras lo resumen perfectamente “Cuando llegué pensaba “Qué mal, todavía queda una semana aquí”, y a los dos días pensé “Qué mal, sólo queda una semana aquí””. Definitivamente si, como sospecho, la intención de Erasmus+ es que expandamos nuestras fronteras, aquella gente lo había entendido a la perfección.
Y es que, efectivamente, no puedo estar más de acuerdo con el dicho: como en casa en ningún sitio. Pero esa casa es mucho más grande de lo que nos creemos, y está deseando ser explorada.”
Autor Texto: Marcos Salazar Lobato
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